Al menos hasta donde me daba cuenta,
nunca había tenido experiencias sobrenaturales, ni paranormales, ni
siquiera coincidencias sospechosas, nada; todo seguía su ritmo natural y
completamente explicable. Era un fiel católico y servía en mi parroquia
local, así que en cierta parte, estaba dentro de mis creencias la
probabilidad de que aquí, en este momento, demonios y criaturas del
Infierno estuvieran haciendo de las suyas; pero era esa misma doctrina
la que me decía que Dios nos protegía de las intenciones de esas
bestias.
Dicho esto, dejo claro que lo que les
voy a contar es una situación desconocida para mí. Nunca me imaginé que
yo estuviera platicando esto, fue un golpe duro a mi escepticismo.
Vivo en Ciudad Juárez. Para los que no
frecuentan las noticias, mi ciudad alguna vez fue la más violenta del
mundo, incluso por encima de las zonas de guerra del Medio Oriente. En
el apogeo de las matanzas y secuestros, mis padres no me dejaban salir
mucho, nada de fiestas, ni antros, ni andarme solo en el coche por la
noche. Pasaba mucho tiempo en mi casa.
Mi hogar es un complejo de dos pisos,
construido sobre 160 metros cuadrados de suelo; no es muy grande, pero
es un buen lugar para vivir. Cuando llego de la escuela la casa está
sola y la comida está hecha. Me pongo a almorzar en la mesa y cuando me
dan las tres de la tarde, subo a mi cuarto a dormir un rato (por un rato
me refiero a casi un periodo de hibernación para un oso salvaje).
En mi casa, el techo “hace ruido”. Es
muy fuerte como para ser pisadas de algún ave, parece como piedras de
regular tamaño que llueven sobre mi techo. Siempre he pensado que son
los ductos de ventilación comprimiéndose por el frío o expandiéndose por
el calor. Estos sonidos son más regulares durante el día, y más cuando
voy a tomar una siesta, pero nunca les había dado importancia.
Hace poco en la iglesia me enseñaron el
código morse, nos trajeron un ciego moribundo que no sabía leer braille,
pero sabía el código morse, entonces para comunicarnos con él a algunos
miembros de la comunidad nos encargaron aprender el código. Este hombre
se comunicaba a través de las vibraciones que producían los golpes
empleados en dicha codificación, nuestro objetivo era enseñarle la
palabra de Dios en este lenguaje. Dicen que es muy difícil de aprender;
suponiendo que todos empezarían por dominar el abecedario, yo quise
empezar por los números.
Los números constan de dos golpes,
existe el golpe largo y el golpe corto. Realmente, a diferencia de lo
que nos dijeron, fue muy sencillo aprenderme la numeración en código
morse.
Ya que estaba de vacaciones, pasaba
todavía más tiempo en casa y tomaba siestas regularmente. Estaba
acostado en mi cama, preparado para descansar un rato, cuando el techo
comenzó a hacer ruidos. Fueron cerca de treinta golpes seguidos cada
cinco minutos, pero cuando les presté atención más detenidamente, me
percaté de que era código morse.
Todos eran números, el primero era 1, luego 2, después 0, después 1, 2, 0, 1, 2.
¿12012012? ¿Qué podía significar eso? Me
temo que no creía que se tratara de algo sobrenatural, simplemente el
techo haciendo ruidos. Me levanté de mi siesta y mi hermana y mi mamá ya
habían llegado a la casa. Tengo una buena relación con toda mi familia,
somos muy unidos, no le hacemos daño a nadie. Regularmente llevamos
despensa a la iglesia para que la distribuyan a las comunidades menos
privilegiadas, somos buenas personas.
Como ya dije, estaba de vacaciones, así
que me iba a acostar hasta tarde. Todos ya estaban dormidos pero yo
estaba jugando Starcraft en mi computadora, hasta que de repente escuché
un golpeteo en el techo. Lo escuché atentamente por un rato y se
trataba de otra secuencia de treinta golpes, de nuevo eran números en
código morse: 1, 8, 0, 4, 2, 0, 1, 2.
¿Sería otra magnífica coincidencia? Mi escepticismo no me permitió pensar más allá.
Cuando me fui a dormir, algo me levantó a
la mitad de la noche; se me hizo completamente fuera de lugar porque yo
tengo un sueño constante ininterrumpido. Bajé al primer piso a tomar
agua y sucedió algo extraño, parecía que algo estaba dentro de mi
refrigerador y quería salir. Golpeaba la puerta ligeramente, conté los
golpes, eran treinta, y de nuevo en clave morse. Mandaban este mensaje:
1, 3, 1, 1, 2, 0, 1, 2.
13112012… Para este punto seguía
pensando, bueno, quería seguir pensando que todo era por azares del
destino, efectos acústicos perfectamente explicables, a los cuales no
debía de temer. Conservé la calma y me dije a mí mismo la célebre frase
de Santa Teresa de Jesús, la cual me sé de memoria desde niño: “Nada te
turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo
lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta”.
Abrí la puerta de mi refrigerador
lentamente, tal vez algún animal se escabulló dentro. Sólo con abrir un
poco la puerta se filtró un aroma desde el interior del aparato que casi
me revienta los vasos sanguíneos nasales; era como carne podrida,
quemada, como la de un animal muerto. Revisé todos los recipientes en
donde mi mama guardaba comida y todo estaba en perfecto estado. Estaba
seguro de que la procedencia del olor no podía ser otra que el
refrigerador, pero no encontré nada.
Cerré el refrigerador y me percaté de
que la estufa estaba encendida. El fuerte olor a gas penetró mi olfato,
no tenía ni la menor idea de cuánto tiempo estuvo encendida, pero cuando
bajé al primer piso no percibí el olor a gas. Lo apagué sin hacerme más
preguntas.
Un poco confundido regresé a mi cuarto, y
por alguna razón, mi computadora estaba prendida, cuando estaba
completamente seguro de que la había apagado. Ya no podía engañarme más,
algo fuera de lo normal estaba sucediendo dentro de mi casa.
Simplemente me encomendé a Dios y recé unas cuantas Ave Marias, lo que
me tranquilizó un poco, pero de igual manera sentía miedo, mucho miedo,
no podía creer que esas cosas pudieran sucederle a personas como yo, tan
devotas a su fe.
Google Chrome estaba abierto, con tres
páginas diferentes en las pestañas. Eran notas de periódico virtuales.
La fecha de la primera nota era el 12 de enero del 2012… 12012012,
entendí por dónde iba todo. La nota hablaba de un hombre que mató a su
familia asfixiándola con gas. Cuando llegó la policía, los cuerpos
tenían casi tres semanas en descomposición, apestaban y las moscas
sobrevolaban las bolsas en los que estaban envueltos. Dicho asesino se
suicidó después de cometer el crimen.
Éste es el link de la página:
http://www.zocalo.com.mx/seccion/articulo/hombre-mata-a-su-familia-y-se-suicida-con-gas
La segunda nota estaba fechada el 18 de
abril del 2012, de nuevo coincidiendo con la combinación de números que
me fue dada “mágicamente”. Esta vez, la nota expresaba cómo un hombre
mató a su esposa y a su hija de dos años de edad, les había disparado.
Y éste es su respectivo link:
http://www.excelsior.com.mx/index.php?m=nota&id_nota=827503
La tercera página ya no fue una sorpresa
para mí, estaba fechada el 13 de noviembre del 2012. Otro padre de
familia que mató a sus dos hijos, de 9 y 6 años de edad, y luego mató a
su esposa y se suicidó.
Por último, su link:
http://www.oem.com.mx/elsoldepuebla/notas/n2769728.htm
¿Qué tenía que ver esto conmigo? ¿Por qué me estaba pasando a mí? ¿Por qué? Porque de hecho…
Estaba a punto de apagar la computadora,
cuando ésta empezó a realizar una serie de sonidos tipo 8-bit, en
código morse. Iban muy rápido, así que busqué en Google algún traductor
de código morse para apoyarme. El mensaje se repetía una y otra vez, iba
anotando los números en la página y cuando terminé, reproducí el
mensaje en código morse; era el mismo que mi computadora hacía, y decía
estos números: 1, 6, 0, 9, 2, 0, 1, 3.
16 de septiembre del 2013, eso era lo
que quería decir. ¿Será que algo pasará ese día? No soy Nostradamus, ni
cualquier otro profeta, pero esto me tenía muy asustado, no entendía
cómo ni por qué, por qué tenía que ser yo el que pasara por esto y no
otra persona, yo que nunca había creído en sucesos así…
Quedé realmente espantado. Me sentía tan
protegido de lo paranormal, invulnerable, podía andar por ahí
libremente sabiendo que nunca nada me pasaría; pero ahora soy parte de
aquellos que juran haber tenido una experiencia sobrenatural. Tengo
miedo, más de estos eventos podrían seguirme sucediendo. Perdí esa
confianza que depositaba en la protección divina de Dios, ahora
simplemente estoy solo.